“Este
espejo mío. Este corsé de lineamientos”. “Esta niña que se mira a través del
espejo del, que muchos años después, descubre que era su propio espejo. En el
que ella se miraba y la miraba, su tía, dando cuenta de ello en un cuento,
mismo que fuera premiado, paradójicamente, en el Primer Concurso Nacional de
Cuento de este país y que llevaba por título “La niña que vivía en el espejo”.
Espejo. Espejismos. Reflejos. Duplicidad. Armonía inversa entre lo que se mira
y lo que se refleja. En contraste. En comunión. Ser dos siendo una misma
persona.
“Últimamente, tengo la sensación de que
esta concepción del tiempo lineal no es tal, como si todo ocurriera en
un mismo tiempo y, como un acontecimiento que quizás ocurrió, me imagino a mi tía escribiéndome
este cuento para disuadirme de que me mirara en el espejo. Además en esta pequeña historia, la cual yo
recordaba tremenda y que al releerla me parece de una ingenuidad terrible, trata de una niña que se
mira al espejo y éste se la traga. Todo lo que le ocurre ahí, sin poder
salir. ¿Cómo nos vemos al espejo? ¿Qué
nos vemos?: Si en la mañana te descubres al mirarte, una arruga, sientes que se
potencia y que todo mundo es lo que mira de ti. Es tu propia percepción y son
tus propios demonios, lo que observas al observarte y, de alguna manera esta
historia era mirar el espejo de alguien más en el cual, casi como una carambola,
tenía que ver con mi propia mirada, sin mirarme en ella”.
Apenas
inicia la charla. Ana tiene una voz no sólo grave sino peculiar, que en su
cadencia, genera un ritmo firme y sólido. Como sus frases. La sorpresa era
mayúscula dadas las nulas expectativas que tenía en torno a la charla agendada días antes, motivada siempre
por el impulso al encuentro con las obras que con las personas, aun cuando unas
me conduzcan hacia las otras y viceversa.
Este
caso no fue sólo la consecución de lo que auto profesó, sino el refrendo de la
convicción de que, en ocasiones, el marketing
literario es no sólo injusto sino que se equivoca con textos y autores. La
“visión creativa del mercado” impone sus reglas y compromisos y, también a
veces, patina en la estrategia. Muestra de ello es la novela No te detengas (Plaza y Janés, 2012) de
Ana Terán (Sonora, 1949) la cual tiene muchos más méritos de los que su portada
(“slogan” incluido) proponen al lector.
Y
justamente, si un lector logra reponerse a la intención editorial (como fue mi
caso) y hace caso omiso de la portada,
principalmente cuando no se sabe a quién se hace referencia en ella (hasta que
la “goglea” tras leer la novela) encuentra no sólo una pluma sólida sino una
serie de personajes entrañables que han hecho de su existencia una encrucijada
sustentada en las expectativas sociales, en el encono, al punto en el que, la
locura (y sus diversas representaciones) no son sino la realidad y su delirio
consecuente.
La
biografía, como género literario, se transforma en proceso de descubrimiento.
De revelación. Es desde ahí, desde donde puede hacerse una lectura sensata,
vinculante con la literatura. El propio proceso de escritura y de construcción
de personaje de la escritora Ana Terán lo amerita. Y para la construcción, la
deconstrucción primera: “Fue un proceso muy importante. Una vez que MC y yo
determinamos que sería una novela y nos pusimos de acuerdo en cómo la
escribiría, en sesiones de dos o tres horas, durante cuatro meses, la
entrevisté. Durante nuestras charlas, no la grabé ni tomé notas; si acaso una
línea que me permitiera recordar después, si acaso, cuando ya estaba a solas
escribía algo, pero muy poco porque lo que buscaba, desde el principio era
atrapar un tono. Una atmósfera que además facilitara –porque así se había
planeado en un inicio– la transición a lenguaje cinematográfico para
ulteriormente llevarla al cine. De ahí la estructura. Hay desde luego,
muchísimas cosas que ella me contó y que no están en la novela pero que a mí me
sirvieron de disparador. Esto, en combinación con la propia experiencia, pues
creo que todos los escritores, de una
manera u otra partimos de ahí, de lo que
sabemos y de lo que no sabemos. En
el proceso de escritura uno aprende a conocer aquello que creías que no sabías
pero sí lo sabías, pero solamente escribiendo te das cuenta de ello”.
A la autora, la seducía
una imagen que permanecía en su memoria largo tiempo atrás: “El padre dentro de
un pino”, generada a partir de un relato que la propia MC hubiese escrito para
el taller de narrativa que ella coordinaba, trece años atrás. Esa imagen no
sólo daría cuerpo y forma a muchísima de la imaginería planteada dentro de No
te detengas sino que es metáfora e imagen misma de No te detengas. Casi un lait motiv.
A lo largo de las
páginas, vamos caminando como lectores hacia el epicentro de un espiral de
dolor y violencia. De la concepción a la revelación. Donde la revelación es el
punto nodal, mismo que parte del exterior, de los sucesos que involucran la
historia de Crista incluso antes de ver las sombras de este mundo. Una narrativa hacia adentro. Un túnel. El
dolor que inicia en la humillación primera camino al nacer. Desde el vientre
materno. La mujer como objeto. La paradoja de la creación femenina. Mientras se
humilla a la mujer se desea una hija, para crearla. A su imagen y semejanza: “Lo que yo me imaginé, durante
la construcción de esta historia es que el padre de Crista, ni siquiera es
homosexual; yo creo que era un transexual. Un hombre que llevaba una mujer
adentro. Imagínate el odio de tener anatomía masculina que competía con esta
otra, que sí tenía el cuerpo que él quería tener. De ahí el odio. El choque y
la transferencia”.
El nombre te marca.
Crista como cristal. Como fragilización expuesta. Una jovencita que vive y
existe a partir de los designios de los otros. Que sufre, continuamente, el
desprecio de la madre y, aun así, se logra
construir: “Para mí sigue siendo un enigma. Yo no sé hasta que punto el
alma se rompe. Creo que este personaje es una sobreviviente. Ella le cierra la
puerta al padre cuando se da cuenta e intuye que es posible que el padre quiera
hacer algo con los hijos de ella. Cuando existe la posibilidad de que la
historia personal se repita. Y, en la novela,
me parecía fundamental que no se involucrara a más generaciones. No
quería entrar dentro de la ficción a los hijos. De ahí que el límite de la
historia llega hasta los 21 años de Crista. Poco a poco, se da la
transformación, el atravesar la línea del dolor para caminar hacia la empatía.
Hacia las fortalezas, hacia las debilidades del otro, en este caso, la madre y
poder caminar si no hacia la identificación, sí hacia la reconciliación. Creo
que logré que la percepción fuese transformadora.”
Hay un mundo. Una
historia que se construyó en el universo real e imaginario de Ana Terán y el
cual se mantuvo alejado de ese otro universo, verídico, sustento y semilla de
esta novela. Tarea nada sencilla: “Me
imagino que a algunos personajes del cotidiano, les hubiese dolido mucho
leer esta novela y lo que en ella se cuenta. Traté, en la medida en que me lo
permitió la trama, ser lo más delicada posible”.
Y es que de algún modo,
los detonadores que propician el relato violento, son, por cruel que suene
decirlo, los mismos que se padecen en la sociedad actual y los cuales son
evidentes, principalmente para el que está afuera del círculo de la violencia
física y psicológica. El mecanismo del opresor y el oprimido. Del amo y el
esclavo: “Es increíble como las mujeres
que padecen violencia, les cuesta mucho trabajo reconocer, incluso vuelven al
mismo lugar, hasta que, cuando llega a suceder, pueden escapar. Pero es tan
difícil que a veces, no se puede salir de él, incluso por la economía.”
En este pozo, en esta
oquedad en la que va internándonos la novela, el título precisamente, el
mandato “No te detengas” si bien es un anclaje, hacia el lector, genera justo
el impacto contrario. Mientras las páginas avanzan, lo que un lector dice, en
medio de la vorágine es “Detente, por favor”. “Basta”. Es entrar en un ciclo de
angustia. Porque la violencia, el espiral hacia la oquedad del alma, conlleva
tal sufrimiento interno en cada uno de los personajes y desde sus particulares
puntos de vista en donde se atisba, como alternativa posible, el frenar. Se
desea frenar. Pero se está imposibilitado. Por las inercias, por las historias.
Por los deseos truncos, truncados y expectantes, desde y para el otro, pero sin
mirarse de frente. Sin conocerse, en pos de aceptación.
Caminos opuestos en los
que convergen historias. El espejo de Ana. El espejo de Crista. Un juego de
espejos. Ahí, donde en la identificación escritural y la ficción, entrelazadas
con la realidad y la veracidad, se construye un enigma literario. ¿Qué hay en
medio de los espejos?: Un personaje literario. Una persona que logró narrarse a
sí misma, jugándosela. No te detengas no es la historia de, es la vivencia
literaria sobre la base de… que se hace posible en las semejanzas. La
casualidad no existe. La vida tiene hechos causales. Entre más te adentras en
las páginas de la novela, menos puedes escapar de las perversiones, de la
maldad del padre y de la debilidad, la fragilidad y la cobardía de la madre.
Del desamor hacia la protagonista. De su vacío y su tristeza infinita. De su
necesidad de afecto y reconocimiento que va más allá del logro físico, sino del
encuentro deseable. El encuentro con los anhelos. Hay a lo largo de las páginas
una continua resignificación del dolor, sobre todo en el temor a la cercanía.
En el miedo a no hacer lo correcto y del encrispamiento de la duda de amar: “Me
acuerdo que mientras escribía, leía un ensayo de MS sobre la sonrisa en la
infancia y, en algún momento me puse a llorar. Yo me recordaba a mí misma con
gesto congelado en las fotos. Con una mueca, con algo parecido a una sonrisa.
Y, está ahí el complacer al padre. El cobrar conciencia de ello. Ese espejo
personal, va a estar sin duda, está,
como esa plata que sostiene el reflejo de esta historia. Al menos de lo que
intenté reflejar”.
La crueldad de la
autoimposición, vertida e invertida en el otro. Violencia y placer. Deseo e
incesto: “Por eso el padre siente traición cuando la hija se emancipa”
¿Y para emanciparse de
esta historia? ¿Y para tratar de salir de la casa de los espejos?: “Mucho
whisky en las noches. Soy un ave nocturna. Esta novela la escribí de ocho de la
noche a las cuatro de la mañana. Necesitaba primero relajare. Entrar en mis
propios sentimientos primero. Que no suene el teléfono, que nadie me molestara.
Poderme meter en esto. MC nunca leyó nada hasta que estuvo terminada la novela.
No sabía como iba a llegar al final. En el último capítulo me solté a llorar,
no sabes cómo. Sentí que ya había atravesado todo aquello que para mí había
significado escribirla. Fue una inmersión
en los territorios más profundos que puede tener un personaje en sí
mismo, desde mi ser escritora”.
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