La mayoría de las veces, los aniversarios, los homenajes, promueven un ejercicio de memoria, tanto personal como colectivo. Hace veinte años, específicamente en octubre de 1989 desde lo individual mis recuerdos son de adolescente: a los trece años, cursaba el tercero de secundaria, formaba parte del grupo de teatro de la escuela y preparábamos, para el fin de año una pastorela: “Por los mil diablos”, donde yo personificaba a un arcángel Gabriel al que emborrachaban para que no transmitiera el mensaje tan occidentalmente in-esperado. Fue también la época de la primera y única “pinta” escolar que me costó no sólo una regañiza, sino una inigualable resaca. Como la del país: tras la caída histórica del sistema, el presidente de México era Carlos Salinas de Gortari; se aprendió ese año a “La Quina”, falleció el emperador Hirohito, el Ayatola Jaomeni daba recompensa millonaria por el escritor Salman Rushdie, Menem era elegido presidente en Argentina, éstos, entre muchos otros acontecimientos y todavía no llego a octubre, mes en el que, un grupo de feministas históricas, lideradas por Marta Lamas buscaban colaborar (como venían haciéndolo desde los setentas) con un espacio para el pensamiento al crear un vínculo de comunicación con el mundo y que fuese mucho más que una revista: Debate feminista.
Siempre habrá de
volverse a octubre
Octubre es un mes clave para la historia colectiva de
los mexicanos; por diversas razones, muchos le llevamos en la piel. Aquel
octubre de 1989 en México, inició con la muerte, en un accidente
automovilístico de Manuel J. Clouthier “Maquío”, junto con el diputado Javier
Calvo Manrique; al día siguiente, se conmemorarían, 21 años de la matanza de
Tlatelolco mientras, en el mundo la rueca de la historia también tejía su
manto: En Oslo, Noruega, el Dalai Lama recibía el Premio Nobel de la Paz; en
Colombia, el diario Vanguardia Liberal era blanco de un atentado terrorista que
dejó cuatro muertos; en San Francisco, un terremoto de siete grados en escala
de Richter causa la muerte a más de 300 personas; en España, Felipe González era
reelegido presidente y Turgut Ozal, asumía la presidencia de Turquía.
Nuestro panorama, no era muy alentador. El país en tensa calma y el mundo, no de muy distinta manera. El proceso democratizador parecía más dar tumbos que pasos. La imposición y no la negociación, eran los mecanismos para sostener el tejido social, aun cuando se avizoraran posibilidades de transformación. Es en ése contexto en el que surge una opción de diálogo e interlocución, con la intención de ir mucho más allá.
Diálogo e interlocución justamente con un mundo que no
esperaba réplica, en el cual no existían espacios para la discusión abierta;
ahí donde se creía que el feminismo era “para unas cuantas”; ahí donde el
pensamiento feminista no tenía espacios en la red, en la radio o en la
televisión. Ahí, en ese espacio aún “no globalizado”, sino en “auge
capitalista”; en ese mundo donde apenas comenzaba a hablarse de “neo-liberalismo”
(o capitalismo salvaje). Ahí, en ese mundo, donde “amor y democracia”
parecieran temas de difícil encuentro y, paradójicamente, bajo este título, es
que se desarrolla el primer número de Debate Feminista: Ahí, estaban los temas
a discutir, a reflexionar. ¿Cómo abordarlos?
"Debate feminsita no surge de la nada. Es
el resultado del desarrollo del feminismo. Nos anteceden publicaciones para
nosotras complementarias, especialmente la revista fem. y el suplemento doblejornada.
Para el diálogo con el movimiento feminista y los demás sectores del movimiento
democrático, queremos buscar y preparar materiales de teoría y análisis que,
por su extensión, elaboración y lenguaje no suelen tener cabida en las
publicaciones que ya circulan (…) nos proponemos dar sitio a textos oportunos y
útiles para el debate…” escribe Marta Lamas en la primera editorial; y así ha
ido siendo. Por horrendo que suene y se lea el gerundio, esta publicación crece
en gerundio: construye en el nosotros sin ser “El club de Lulú”,
característica, para muchas y muchos, esencial del feminismo. Quizá, me permito
agregar, de algunos feminismos pues, cabe decir que como corriente de
pensamiento, tiene muchas “escuelas” (prefiero vertientes o en su caso
corrientes).
Sentir...
que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…
De pronto sentir… que los feminismos han cambiado y
no. La historia es la re-versión de historia otra de sí misma, en la medida que
la transformación del pensamiento social sucede. El reto es mayor dado el reciente
ya no digamos estancamiento, sino retroceso. La constitucionalidad de la
Constitución es cuestionada, entrampada, juzgada y el Estado de Derecho de una
fragilidad concupiscente, particularmente en México y con expectante
generalización en Latinoamérica dada la naciente radicalización de las posturas
ideológicas; empiezo a creer, con tristeza, que algunos feminismos, también
sufren de cangrejitis. La interlocución, el diálogo y el debate hoy no son,
sino referéndums de poder. Percibo otro mundo, muy distinto al que debate feminista propone y no deja
demasiadas alternativas para las y los jóvenes donde muchos de ellos, no sólo
han olvidado el camino del pensamiento sino que encuentran en el desencuentro
el sustento de un discurso pre-fabricado, repetitivo y obsoleto de lo que
“debiera suceder en/para/con” olvidando los preceptos básicos.
A veces, cuando miro hacia delante, prefiero volver
hacia atrás. La realidad me hace preguntarme dónde, exactamente cuál, fue el
punto de quiebre entre aquellas feministas que sentaron precedente y estas
otras que, sin reconocerlas como tal, pretenden inventarse “nuevos feminismos”,
“líneas olvidadas por aquellas otras”, “nuevas luchas”, que no son sino las
mismas pero que hoy, dados los avances, sobre todo en intercambio de
información, facilitan las conexiones, el conocimiento, la lectura, desde
diversas aristas, de la diversidad de pensamientos que convergen en el mundo. A
veces, a pesar del supuesto diálogo, lo que percibo es imposición de formas y
conductas. De un pensamiento acomodaticio y coyuntural que no construye sino
que beneficia a unas cuantas, aun cuando esas cuantas sean muchísimas, pues
entre más particularización de necesidades, mayor discriminación, sobre todo,
de los preceptos básicos del propio feminismo.
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