Iris Murdoch
(1919-1999) fue una de las escritoras y filósofas más reconocidas de su época;
en 1948 es nombrada miembro del consejo rector en Oxford (universidad donde
estudió) así como tutora de filosofía y es en 1953 que su primer libro ve la
luz: Sartre, el racionalista romátinco, el cual será el primero de
numerosos ensayos sobre filosofía así como la punta de lanza para casi 25
novelas e incluso dramaturga, al adaptar varias de sus novelas para ser
representadas. Lo sorprendente de esta autora es que, a pesar de su estética,
de su aportación a la literatura realista londinense y su compromiso con
la palabra que la ha hecho prácticamente una referencia obligada en nuestros
tiempos, su obra jamás había sido traducida al castellano, error que, para bien
del gran lector ha sido resuelto por Editorial Lumen (Barcelona) que, a partir
del año pasado ha decidido formar una nueva colección: Biblioteca Iris Murdoch,
cuyo primer volumen es La negra noche (Lumen, 2003), penúltima novela de
esta autora, publicada en Londres, en 1993 y que, ahora, ya está disponible en
México.
A diferencia de
Álvaro Pombo (gran escritor español, prologuista de esta novela además de
especialista en la autora) me acerqué a este libro con la única intención de
descubrir quiénes eran Joan Blacket y Louise Anderson, personajes a los
que conocía por algunos fragmentos de esta obra en la web; de ellas,
tenía sólo una versión romántica de su
personalidad así como de la sociedad londinense moderna. Tras leer La negra
noche, resulta que Joan y Louise, son apenas, los disparadores de acción
(física y psicológica) en un mundo donde aparentemente no se desquebraja el
orden social ni el literario haciendo de la inverosimilitud una herramienta
estético-artística que trae, persé el reflejo más vívido de realismo:
“Se bajó del taxi al final de la calle y avanzó con cautela bajo los árboles de
la acera opuesta a la casa de Lucas. Al escurrirse el agua del pelo, se dio
cuenta de que la lluvia había cesado. No llevaba gorra”.
Esta novela es
quizá el ejemplo más claro del perfeccionismo literario y de estructura
narrativa en cuanto al género se refiere. Cada uno de los personajes tienen un
cuerpo sólido y responden, congruentemente a cada una de las situaciones que se
les presentan. Los valores de la sociedad inglesa, inmersos en una constante
lluvia hacen que el camino a la libertad sea más difícil cada vez: “Abría de
par en par las puertas de su alma a aquel miedo como indicio de algo más
irrevocable, la entrada de la Verdad en su vida. Aquellos amigos que sólo
vieron en sus planes lo que Joan Blacket había tildado de “pulsión de muerte”
dieron mucha importancia, quizá demasiada, a las tendencias homosexuales de
Bellamy.”; la homosexualidad, la culpa, el recuerdo de una infancia nebulosa,
la religión y un probable asesinato hacen de personajes como Bellamy, Joan,
Louise, Lucas, Harvey o Sophia
habitantes del mundo literario con un solo fin: existir en libertad y es, en su
excentricidad (que en medio de la estética cobra tintes cómicos) que se vuelven
plenos, inolvidables. Incluso, habrá que poner atención en cada detalle pues
Anax, el antiguo perro de Bellamy, hoy en propiedad de Louise, es quizá un
personaje libre y es que, “Los perros no olvidan”.
Murdoch, Iris. La negra noche. Biblioteca Iris Murdoch. Lumen (Barcelona, 2003). 697 pp.
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