El martes 27 de noviembre de 2012, en el marco de
las actividades de la 26 FIL Guadalajara, como ya es tradición, se dio a conocer el VIII Premio Tusquets de
Novela. Por primera vez, desde su fundación, dicho premio es otorgado a una mujer y, mejor aún, de la generación de los 70, la cual cuenta ya con interesantes plumas. Así, de propia voz, Beatriz de Moura, directora de Tusquets, reveló a Betina González (Buenos Aires, 1972) con la obra Las poseídas de quien, la misma autora, en la ceremonia comentó al respecto: “es un libro raro, distinto a los anteriores”.
Dentro de esas rarezas, habría de destacarse, al menos a mí me gusta destacarlo, que es la única entrevista FIL que me emociona más de la cuenta porque, entrevistar a un autor, sobre una obra que no
conocemos, salvo la sinopsis, dota la conversación de un halo de misterio, aunado a que, en esta
ocasión, Betina fue más que un misterio una revelación pues, asumida mi ignorancia descubrirla y descubrir su narrativa es al
tiempo que placer, reto.
Betina González es doctora en Literatura Latinoamericana por la
Universidad de Pittsburg. Su primer libro, en 2008, fue Arte menor, novela galardonada por Clarín. Su segundo libro, Juegos de playa es una colección de relatos el cual fue reconocido con el segundo premio del Certamen
Nacional de Libros de Cuentos del Fondo Nacional de las Artes. Además de Las poseídas, en el
2013 también verá
la luz el libro La
conspiración de la forma, una investigaciónón sobre textos menores del siglo XIX latinoamericano.
En cuanto a Las
Poseídas, sabemos
apenas el entramado: “Una chica nueva, Felisa Wilmer, ingresa en un
colegio religioso para niñas en la zona norte de Buenos Aires. Recién llegada de Londres, Felisa se convierte en el
centro de atención por su actitud rebelde y su mal comportamiento,
rodeada además por el “aura poética” que le dan sus aficiones artísticas, su perfecto inglés y su carácter tan impenetrable como independiente. Al menos
así la
ve López, la narradora y protagonista, que no tardará en amiga suya. Las chicas viven entre leyendas más o menos escabrosas que se cuentan en voz baja
sobre la historia del colegio y algunos “peligros” más reales que se encuentran en sus cercanías. Pero poco a poco, López irá descubriendo la historia de Felisa, que vie con su abuela después e la muerte de su madre en un accidente, y de las
razones de su comportamiento excéntrico y suicida, como de poseída por las razones de su entorno”.
Posesión. Entorno. Adolescencia. Los ochenta. Dictadura. La
iglesia. Postdictadura. Argentina. La historia Argentina. Suicidio. Problemática. Con mayúscula. Y las otras historias. La amistad femenina. Complicidad.
Adentro y Afuera. Mayúsculas. Estructuras. Temas que de uno u otro modo, persiguen
y suscriben. Se inscriben para escribirse. Se escriben y entonces, desde la
conversación se con-vierten.
“Para mí
escribir un libro es el primer desafío, es una batalla conmigo misma, porque considero un
libro un desafío y éste lo fue
particularmente. Igual no quiere decir
que haya sido un libro de sufrimiento. Es un
libro que a mí
me tomó como por arrebato, como si me quemara en la cabeza.
Sabía que no era
un libro del todo convencional. Que había cierta diferencia con los libros anteriores, otro tipo de realidad”.
“No me gusta trabajar con lo autobiográfico directamente. Me aburro hablando de mí. Una de las
razones por las que escribo es para ser otra. Para ser otros. Me encanta la
gran pasión narrativa
de inventar de la nada. Creo que más que reescribirme a mí, reescribí una generación y lo hice no tanto pensando en la Historia. Lo
hice más desde una manera muy intuitiva; pero sí reconstruí una atmósfera propia de los años ochenta en la Argentina
marcada, por ejemplo, por la música dark, que
se va metiendo en la novela como una especie de
leit motiv, también, de esta oscuridad y ese ambiente opresivo de la post-dictadura. Está presente el contexto, el trasfondo político, pero de una manera muy sutil, porque la
vida cotidiana de estas chicas pasa por
la escuela, por la música. Pasa también por los chicos y por este
microclima que es la iglesia católica. Tengo que decir que un colegio religioso es un microclima que
ofrece al escritor esas posibilidades y puedes jugar con el intertexto de los
santos, los mártires y eso puede tener también algo de gótico, algo de terror. Puedes jugar con la filosofía, todo eso
está en la novela, pero no como referencias letradas sino
como sustrato narrativo”.
Hay épocas. Se habla de la literatura postdictadura.
La narrativa argentina narrándose a sí misma, también, una y otra vez. Se habla del silencios y se busca
darles voz. Desde diversos lugares. Se habla, también, de la transformación. De la búsqueda. Del encuentro con nuevas voces e intenciones.
El juego del lenguaje. La apuesta por la estructura dentro de la ficción, ahí donde ésta genera un subtexto revelador. “Sin estructura no hay novela. Habría que pensar cómo es y como se desarrolla ésta en Las poseídas. Es una narrativa no lineal. No podría funcionar. Hay momentos de
suspensión dentro de lo que sería la lógica cronológica de las acciones. Esas interrupciones se dan
porque, así la novela adquiere profundidad. Hay capítulos que interrumpen esa lógica porque se necesita contar
una historia que está
en el rincón, de hace más de un siglo, que tiene que ver con el colegio. En
dos momentos, se adelanta y se atrasa la historia, para contar. Estas historias
de terror que vivimos los argentinos en esos años, están muy lejos de la lógica cronológica.”
Los planos suspendidos. Los planos narrativos. La
historia narrativa de Argentina. La Argentina en y desde su narrativa. La
escrita. La contada. El relato narrado. El papel que jugó la
iglesia católica dentro de la dictadura. El propio horror social
enfrentado y confrontado en la adolescencia que, es en sí mismo otro muy peculiar y particular terror, con sus
particularísimos horrores. Lo terrorífico del dogma, la presión política y la
olla express misma que implica ser adolescente. “Creo que confluyen los elementos en las tres chicas. Cada una de ellas es diferente entre sí. No es que cada una de ellas encarne una versión o un estereotipo, sino que son muy complejas. Eso se mezcla en la
trama frente a cuestionamientos como el miedo a (y en)la adolescencia, el
contexto político y su horror, el rol de la escuela religiosa y cómo tranzar con eso siendo chica, sobre todo siendo
mujer. Y se complejizan las
resoluciones. Al principio, el lector cree que está todo resuelto y resulta que a mitad de la novela eso
se derrumba. Se le derrumba a la protagonista su familia, su mundo estable, sí que hice
mucho hincapié
en romper ese
mundo. En romper el mundo de las etiquetas, porque de pronto, tus pares te
encasillan y funciona. Hasta que estalla. Y eso sucede en la escuela. Explota,
al llegar al colegio esta chica, Felisa, más rara.”
El vuelco. El giro. La figura del personaje
protagonista que es adolescente en una ficción que no está
encasillada en ese rubro. Una historia. Un
personaje. Mostrar el universo de los jóvenes. Entrar en la atmósfera, en el ser y estar adolescente. “La figura de la adolescente tiene en sí tantos matices, incluso demoniacos,
que me parecía que no estaban del todo aprovechados en nuestra
literatura. Fue clave para mí una novela que se llama “Los hermosos años del castigo” de Fleur Jaeggy (Tusquets, 1991), la cual sucede en un internado. Cuando yo leí lo que la autora había creado, ahí
se me encendió un mundo, ese mundo adolecente con todos esos matices, no lo había leído en español. Si
hay algo que hace Las poseídas, creo, es ironizar sobre la mirada masculina de la chica
adolescente. El cliché
de la colegiala, del tipo que se calienta con ella,
también entra todo eso en el universo de la novela”.
Recorrer y
recurrir a la historia literaria. Asumir y homenajear a las propias
influencias. Romper con la imagen y mito
de “La Lolita”, así como con los mitos de la chica católica: o virgen o puta. “Hay referencias muy veladas a Nabokov, a
Onetti. El lector sabio encontrará eso muy enterrado en la trama”. “Me han preguntado muchas veces si tengo padres
literarios. Yo no creo que los tenga, pero tampoco, no los tengo por haberlos
matado. Soy consciente de que escribo dentro de una tradición muy rica. Las lecturas me han formado como escritor
y éstas entran, aunque una no quiera, cuando una narra.
Toco un tema, como el de las chicas y ¡cómo no va a aparecer el chico de los chocolatines!”
“Me siento muy cómoda con los escritores de mi generación aun cuando tengamos estéticas muy diferentes. Me parece
que hay preguntas similares y un acercamiento a la tradición de una manera mucho más liberada”. Lo que permea. Lo que marca. Formas y fondos menos
pretensiosos. Contar historias. “Yo hace poco que viví a Buenos Aires.
Viví ocho
años en Estados Unidos. No me siento extranjera, para nada, pero estoy
reinsertándome. Con respecto a Las Poseídas, yo creo que esta novela va a interesar en
Argentina, porque algo de lo que ha pasado en estos años de Kritchnerismo fue
el reabrir estas historias de la dictadura que
se creían clausuradas de una manera fatal. Hubo un montón de cosas que pasaron ya durante la democracia y esta novela habla de cómo las estructuras represivas fueron demolidas pero muchas pervivieron dentro de los
gobiernos de Alfonsín y Mennem. Ese trasfondo está porque lo vivimos cotidianamente.”
Un encuentro. Un descubrimiento. Una escritora
latinoamericana que sin metaficción ni excesivas reflexiones figurativas se muestra potente en el
universo literario actual. Habrá que esperar Las Poseídas, el año que viene, mientras tanto, a esperar sin
perder el ansia.
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