miércoles, 31 de julio de 2019

Betina González: "Sin estructura no hay novela"

El martes 27 de noviembre de 2012, en el marco de las actividades de la 26 FIL Guadalajara, como ya es tradición, se dio a conocer el VIII Premio Tusquets de Novela. Por primera vez, desde su fundación, dicho premio es otorgado a una mujer y, mejor aún, de la generación de los 70, la cual cuenta ya con interesantes plumas. Así, de propia voz, Beatriz de Moura, directora de Tusquets, reveló a Betina González (Buenos Aires, 1972) con la obra Las poseídas de quien, la misma autora, en la ceremonia comentó al respecto: es un libro raro, distinto a los anteriores”.

Dentro de esas rarezas, habría de destacarse, al menos a mí me gusta destacarlo, que es la única entrevista FIL que me emociona más de la cuenta porque, entrevistar a un autor, sobre una obra que no conocemos, salvo la sinopsis, dota la conversación de un halo de misterio, aunado a que, en esta ocasión, Betina fue más que un misterio una revelación pues, asumida mi ignorancia descubrirla y descubrir su narrativa es al tiempo que placer, reto.

Betina González es doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Pittsburg. Su primer libro, en 2008, fue Arte menor, novela galardonada por Clarín. Su segundo libro, Juegos de playa es una colección de relatos el cual fue reconocido con el segundo premio del Certamen Nacional de Libros de Cuentos del Fondo Nacional de las Artes. Además de Las poseídas, en el 2013 también verá la luz el libro La conspiración de la forma, una investigaciónón sobre textos menores del siglo XIX latinoamericano.

En cuanto a Las Poseídas, sabemos apenas el entramado: Una chica nueva, Felisa Wilmer, ingresa en un colegio religioso para niñas en la zona norte de Buenos Aires. Recién llegada de Londres, Felisa se convierte en el centro de atención por su actitud rebelde y su mal comportamiento, rodeada además por el “aura poética” que le dan sus aficiones artísticas, su perfecto inglés y su carácter tan impenetrable como independiente. Al menos así la ve López, la narradora y protagonista, que no tardará en amiga suya. Las chicas viven entre leyendas más o menos escabrosas que se cuentan en voz baja sobre la historia del colegio y algunos “peligros” más reales que se encuentran en sus cercanías. Pero poco a poco, López irá descubriendo la historia de Felisa, que vie con su abuela después e la muerte de su madre en un accidente, y de las razones de su comportamiento excéntrico y suicida, como de poseída por las razones de su entorno”.

Posesión. Entorno. Adolescencia. Los ochenta. Dictadura. La iglesia. Postdictadura. Argentina. La historia Argentina. Suicidio. Problemática. Con mayúscula. Y las otras historias. La amistad femenina. Complicidad. Adentro y Afuera. Mayúsculas. Estructuras. Temas que de uno u otro modo, persiguen y suscriben. Se inscriben para escribirse. Se escriben y entonces, desde la conversación se con-vierten.

Para mí escribir un libro es el primer desafío, es una batalla conmigo misma, porque considero un libro un desafío y éste lo fue particularmente. Igual  no quiere decir que haya sido un libro de sufrimiento. Es un  libro que a mí me tomó como por arrebato, como si me quemara en la cabeza. Sabía que no era  un libro del todo convencional. Que había cierta diferencia con los libros anteriores, otro tipo de realidad”.

No me gusta trabajar con lo autobiográfico directamente. Me aburro hablando de mí. Una  de las razones por las que escribo es para ser otra. Para ser otros. Me encanta la gran pasión  narrativa de inventar de la nada. Creo que más que reescribirme a mí, reescribí una generación y lo hice no tanto pensando en la Historia. Lo hice más desde una manera muy intuitiva; pero sí  reconstruí una atmósfera propia de los años ochenta en la Argentina marcada, por ejemplo, por la música dark, que se va metiendo en la novela como una especie de  leit motiv, también, de esta oscuridad y ese ambiente  opresivo de la post-dictadura. Está presente el contexto, el trasfondo político, pero de una manera muy sutil, porque la vida  cotidiana de estas chicas pasa por la escuela, por la música. Pasa también por  los chicos y por este microclima que es la  iglesia católica. Tengo que decir  que un colegio religioso es un microclima que ofrece al escritor esas posibilidades y puedes jugar con el intertexto de los santos, los mártires y eso puede tener también algo de gótico, algo de terror. Puedes jugar con la filosofía,  todo eso está en la novela, pero no como referencias letradas sino como sustrato narrativo”.

Hay épocas. Se habla de la literatura postdictadura. La  narrativa argentina narrándose a sí misma, también, una y otra vez. Se habla del silencios y se busca darles voz. Desde diversos lugares. Se habla, también, de la transformación. De la búsqueda. Del encuentro con nuevas voces e intenciones. El juego del lenguaje. La apuesta por la estructura dentro de la ficción, ahí donde ésta genera un subtexto revelador. Sin estructura no hay novela. Habría que pensar cómo es y como se desarrolla ésta en Las poseídas. Es una narrativa no lineal. No podría funcionar. Hay momentos de  suspensión dentro de lo que sería la lógica cronológica de las acciones. Esas interrupciones se dan porque,  así la novela adquiere profundidad. Hay capítulos que interrumpen esa lógica porque se  necesita contar una historia que está en el rincón, de hace más de un siglo, que tiene que ver con el colegio. En dos momentos, se adelanta y se atrasa la historia, para contar. Estas historias de terror que vivimos los argentinos en esos años, están muy lejos de la lógica cronológica.”

Los planos suspendidos. Los planos narrativos. La historia narrativa de Argentina. La Argentina en y desde su narrativa. La escrita. La contada. El relato narrado. El papel que jugó  la iglesia católica dentro de la dictadura. El propio horror social enfrentado y confrontado en la adolescencia que, es en sí mismo otro muy peculiar y particular terror, con sus particularísimos horrores. Lo terrorífico del dogma, la presión política y la olla express misma que implica ser adolescente. Creo que confluyen los elementos en las tres chicas. Cada una  de ellas es diferente entre sí. No es que cada una de ellas encarne una  versión o un estereotipo, sino que son muy complejas. Eso se mezcla en la trama frente a cuestionamientos como el miedo a (y en)la adolescencia, el contexto político y su horror, el rol de la escuela religiosa y cómo tranzar con eso siendo chica, sobre todo siendo mujer. Y se  complejizan las resoluciones. Al principio, el lector cree que está todo resuelto y resulta que a mitad de la novela eso se derrumba. Se le derrumba a la protagonista su familia, su mundo estable, sí que hice  mucho hincapié en romper  ese mundo. En romper el mundo de las etiquetas, porque de pronto, tus pares te encasillan y funciona. Hasta que estalla. Y eso sucede en la escuela. Explota, al llegar al colegio esta chica, Felisa, más rara.”

El vuelco. El giro. La figura del personaje protagonista que es adolescente en una ficción que no está encasillada en ese rubro. Una historia. Un personaje. Mostrar el universo de los jóvenes. Entrar en la atmósfera, en el ser y estar adolescente. La figura de la adolescente tiene en sí tantos matices, incluso demoniacos,  que me parecía que no estaban del todo aprovechados en nuestra literatura. Fue clave para mí una  novela que se llama Los hermosos años del castigode Fleur Jaeggy (Tusquets, 1991), la  cual sucede en un internado. Cuando yo leí lo que la autora había creado, ahí se me encendió un mundo, ese mundo adolecente con todos esos matices, no lo había leído en español. Si  hay algo que hace Las poseídas, creo, es ironizar sobre la mirada masculina de la chica adolescente. El cliché de la colegiala, del tipo que se calienta con ella, también entra todo eso en el universo de la novela”.

Recorrer  y recurrir a la historia literaria. Asumir y homenajear a las propias influencias. Romper con la imagen  y mito de La Lolita”, así como con los mitos de la chica católica: o virgen o puta. “Hay referencias muy veladas a Nabokov, a Onetti.  El lector sabio encontrará eso muy enterrado en la trama”. “Me han preguntado muchas veces si tengo padres literarios. Yo no creo que los tenga, pero tampoco, no los tengo por haberlos matado. Soy consciente de que escribo dentro de una tradición muy rica. Las lecturas me han formado como escritor y éstas entran, aunque una no quiera, cuando una narra. Toco un tema, como el de las chicas y ¡cómo no va a aparecer el chico de los chocolatines!

Me siento muy cómoda con los escritores de mi generación aun cuando tengamos estéticas muy diferentes. Me  parece que hay preguntas similares y un acercamiento a la tradición de una manera mucho más liberada. Lo que permea. Lo que marca. Formas y fondos menos pretensiosos. Contar historias. Yo hace poco que viví a Buenos Aires. Viví ocho años en Estados Unidos. No  me siento extranjera, para nada, pero estoy reinsertándome. Con respecto a Las Poseídas, yo creo que esta novela va a interesar en Argentina, porque algo de lo que ha pasado en estos años de Kritchnerismo fue el reabrir estas historias de la dictadura que  se creían clausuradas de una manera fatal. Hubo un montón de cosas que pasaron ya durante  la democracia y esta novela habla de cómo las estructuras represivas fueron demolidas  pero muchas pervivieron dentro de los gobiernos de Alfonsín y Mennem. Ese trasfondo está porque lo vivimos cotidianamente.

Un encuentro. Un descubrimiento. Una escritora latinoamericana que sin metaficción ni excesivas reflexiones figurativas se muestra potente en el universo literario actual. Habrá que esperar Las Poseídas, el año que viene, mientras tanto, a esperar sin perder el ansia.

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