miércoles, 31 de julio de 2019

Guadalupe Nettel: "Dentro de la marginalidad está la fuerza"

La autora. Foto tomada de googlephotos

Entrevista publicada originalmente
el 6 de noviembre de 2006
en el Suplemento Cultural
Laberinto de Milenio Diario.)

Guadalupe Nettel (México, 1973) es una autora no habitual y quizá por ello su mundo literario corre por la senda de la perversión y los intersticios de la obsesión. Galardonada con el Premio Gilberto Owen de Cuento 2007, con el libro Pétalos y otras historias perversas, que tiene como hilo conductor esta premisa de la perversión como desvío hacia la inverosimilitud, hacia la fantasía inconsciente donde sólo es posible el triunfo en el imaginario vivido como realidad de personajes tan lúdicos como fascinantes: un fotógrafo de párpados, una mujer que se arranca el cabello, un hombre que persigue olores: cuerpo y psicología. La psicología del cuerpo. El cuerpo de la psique. Es ahí donde Nettel encuentra su estilo, su voz. Su primera novela, El huésped (Anagrama, 2006), y este libro, convergen en un punto: en la belleza que irradian personajes no habituales, freaks, marginados, medio locos, donde se superpone la extrañeza física a la psicológica.

Alguien nos habita. Algo nos invade. Nos complementa. La otra voz. Nuestros demonios. Aquello que Carl Jung llamara nuestra sombra, parece rondar en la existencia del escritor en particular y del artista en general de manera más cercana de lo deseable. El desdoblamiento se convierte así en metáfora literario-esquizofrénica que facilita la comprensión del mundo exterior. Éste es el planteamiento de El huésped, que a partir de Ana y La Cosa que la habita, construye un limbo lúcido en medio de la filosofía de la ceguera: “Estoy casi convencida de que La Cosa existe. No la inventé, sólo la describía. La de Ana se dejaba oír mientras iba escribiendo. Es ese lado de nosotros mismos que no queremos ver y, por lo mismo, nos controla. Nos domina.”

El desdoblamiento literario

Hay varias maneras de leer la vida. De manera racional, Ana se ha explicado la suya, haciendo caso omiso del entorno, enceguecida: obsesionada por un ser parasitario que la habita y quien es culpable de su circunstancia de vida. Es en la obsesión, en el mayor temor hecho realidad, donde se quiebra la personalidad. Al confirmar su existencia, no queda sino reconocer que el monstruo existe, de modo que todo lo que ocurra será una desgracia provocada por él y, por lo tanto, por ella, porque vive en ella.

La realidad se torna ficción y viceversa. El limbo literario de El huésped sólo es posible en la otredad del lector y su complicidad: Desdoblarte cuando escribes es una de las características que más disfruto de la literatura. Me permite ser otras personas, y algo fundamental es serlo mientras escribes, pues es ahí cuando surge el tono, realmente oyes al personaje, y si éste se escucha está logrado. Si ese ser parasitario llega al plano de la realidad es gracias a sus palabras. Nos pasamos la vida interpretando signos, señales, dentro de nuestra propia lógica, aun cuando sea arbitraria.

Personajes límite

Portada del libro, Anagrama,2006

Los seres humanos somos susceptibles de cruzar fronteras. De perder coherencia. Los personajes límite, outsiders, en medio de la locura y la cordura, son los que interesan a la autora. Se identifica con ellos y está convencida de que, quien no lo haga, es un hipócrita, de ahí que busque, en su narrativa, el rescatar a ese loco que somos. La frustración, el dolor, la angustia. Ana, el personaje central de esta novela, igual que percibe, anula. Vive un universo ficticio. Pronto asume que infancia es destino y se vivirá en la oscuridad. Dentro de su inconciencia irá dando palos de ciego hasta toparse de pronto con otra ceguera mucho más intensa y cotidiana: la ceguera social. Con la negación: “En lo que nos aterra de nosotros mismos, lo que nos avergüenza, se encuentran las claves de nuestra existencia. Las posibilidades de descifrarnos. Lo que este personaje no quiere ver es lo que la determina y por eso es dominada por La Cosa.”

La mutilación como motor

Poco a poco el universo ciego de El huésped va dándole al lector instantes de luminosidad. Ana, conforme avanzan las páginas, va topándose con las aristas del dolor. No importa su poder de negación, la realidad la supera. No querer ver no es condición sine qua non de que las experiencias no sucedan, por más que éstas se anulen: “Por las experiencias que cada uno tenemos, estaremos mutilados en la medida en que no reconocemos nuestras carencias, nuestros aspectos oscuros; al no reconocernos, nos mantienen mutilados porque seguimos teniendo un punto ciego personal. Si decides enfrentar el universo ciego (en este caso el personaje lo hace, acercándose a una escuela de ciegos donde trabaja como lectora) se da un paso enorme hacia la reconciliación con uno mismo.”

De tu condición, un arma

Al encontrar la fuerza en lo que se ha creído durante un tiempo que es debilidad, el ser humano cobra un nuevo halo. Si logra descubrirse, camina hacia la aceptación y se relaciona con seres semejantes con otro universo posible. Este personaje no será la excepción.

Paradójicamente, El huésped surgió en Guadalupe Nettel tras el alzamiento zapatista en 1994, cuando incluso ella era militante del EZLN y a partir de seres mutilados, oprimidos, pero en lucha (un grupo de indigentes discapacitados que se reúnen en los túneles del metro), cobró forma una idea central: las formas de la discapacidad. “El mundo no está preparado para los discapacitados. Hay etapas que creemos superadas y no es verdad. No vimos el alzamiento zapatista, los fraudes electorales, ni la violencia en Atenco; dentro de la marginalidad está la fuerza, el motor que nos permitirá cambiar esta ira contenida. Debemos para la ceguera social.”

En medio de la mierda, pero sin embarrarse

La subjetividad es un elemento clave, sus personajes evitan, ante todo, el lugar común. En este caso, el detonante será boicotear las elecciones e inyectar las urnas con sobres que no incluyen votos, sino “sobrecitos de mierda, los cuales se entregarán la noche previa a las elecciones, en cada casilla electoral. Así, Ana (el personaje) asumirá que está en medio de la mierda, pero que no se ha embarrado de ella: Una vez que encuentras la forma de no sentirte superado o ahogado en la mierda hay una reconciliación. Tratar de hacer algo primero por ti y después por el entorno, es admirable, y la literatura es mucho más admirable cuando utiliza nuestra propia subjetividad. Yo quería escribir esta novela, la que me permitiera evocar universos paralelos, que provocara la aceptación personal y social. Necesitaba proponer otros valores estéticos. Otras formas de belleza.”

Share:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Poeta que no entiende futbol


Húmedas distancias