Conversar con
Adriana Malvido es continuar el viaje en balsa por el estero entre la
literatura y el periodismo, que ella misma ha propuesto en su más reciente
libro Los Náufragos de San Blas
(Grijalbo 2006). Su sonrisa inunda la atmósfera y su mirada, dispuesta al
asombro, invita a navegar por las diversas corrientes de sus aguas a sabiendas
de que los misterios del mar, son insondables, profundos. Como la experiencia
misma.
La historia es por demás conocida:
el 9 de agosto de 2006, Lucio Rendón, Jesús Vidaña y Salvador Ordóñez, tres
tiburoneros de San Blas, tras nueve meses y nueve días de naufragio, fueron rescatados por un
barco atunero taiwanés cerca de las Islas Marshall en los mares de Australia,
a ocho mil kilómetros de su punto de
partida. Éste sería no sólo un acontecimiento sin precedentes, sino apenas el
principio de lo que hoy, es para algunos, leyenda; para otros, milagro y, para
los más, una oportunidad redituable. Sin embargo, el gran acierto literario de
Adriana es que su libro no contiene revelaciones periodísticas ni atisba el
fuego de las sospechas sino que narra a lo largo de 277 páginas los vínculos
con una comunidad en la que “lo raro, sería no ser náufrago” y donde, al día de
hoy, hay cerca de 20 pescadores desaparecidos.
“Me enteré de la noticia por El
Weso. El Palomazo Informativo, cantaba algo así como “pobres náufragos, ellos
no querían regresar” y yo no entendía de qué estaban hablando. Hasta que al
escuchar los noticieros, empecé a entender. Me impactó. De entrada, me pareció
una noticia extraordinaria. En lo personal, no tuve dudas; siempre me han
llamado la atención este tipo de aventuras y he tenido una gran admiración por
este tipo de personas, por su amor a la naturaleza. Tienen otras prioridades.
Nunca pensé cubrirlo. Fue muy rápido, un reflejo periodístico en torno al hecho
de ir hacia estas historias que nos sacan del remolino que vivimos en México,
donde vas y vienes queriendo entender
pero girando sobre nuestro propio eje. Así, en medio del conflicto
postelectoral, me topé con esta gran historia: resulta que son mexicanos,
humildes pescadores, tenía en efecto, el toque de la fascinación”.
Del Gran Reportaje
a la Metáfora del Naufragio hay una tenue línea en la que Adriana navega. Llega
a San Blas el 25 de agosto de 2006 y se aventura. No llega inquiriendo sino con
la mirada abierta al asombro, algo que de pronto pareciera que ha perdido el
periodismo…
Una cosa es la duda y otra el prejuicio. La duda te
permite por lo menos impulsar las
preguntas, crearlas de manera abierta y el prejuicio te detiene. Te lleva a
hacer preguntas para confirmar lo que tú crees. Sí vi y oí muchas preguntas
policiacas hacia los náufragos, que
sabía que no iban a contestar. Si les preguntan: ¿Estabas en el narco?,
pues no van a decir que sí.
Aprehender la experiencia, sentir el alma humana, perder
el miedo…
Hay que abrirse a escuchar. Las poquitas personas
que sabía que iba me decían que no era cierto y lo que yo decía es que, si era
cierto, era la hazaña humana más impresionante en muchos siglos y sí no,
indagar cómo tres personajes de la costa mexicana, acaparan la atención del
mundo, como fenómeno era muy interesante. Ir con apertura, con capacidad de
asombro es fundamental, porque si bien es cierto que en San Blas, yo iba con mi
objetivo de entrevistarlos y perseguirlos, había algo que superaba al
periodismo o iba paralelo y que era mi asombro ante la comunidad de tiburoneros por un lado y un
pueblo como el de San Blas. Nunca me había topado con un pueblo así. No sé si
era mi mirada o realmente que en cada esquina había una sorpresa: los nombres,
la cultura popular emergiendo, convirtiendo en leyenda el evento, la emoción de
la gente, la necesidad de héroes, incluso la gente que tiene dudas, quieren creerles.
Ese “lo otro” que te lleva a quedarte por y para la
historia…
Si no hubiera sido
por “eso otro”, mi trabajo hubiera terminado cuando ellos deciden no dar
entrevistas. A lo mejor me regreso. En la editorial me habían dicho: “si ves
que a los 10 días no hay nada, te regresas y no hay problema”. A los diez y
días, yo dije, no tengo la entrevista, pero no me regreso y sí hay libro. Así,
desde la mirada de ellos, había otra forma de contar esta historia.
El lado
humano del periodista. Este acercamiento. La capacidad de engranar en San Blas.
Tú logras ir hacia la gente y hacia el sí mismo del lector. Una mirada hacia el
ser humano por la que nadie optó: la historia de tres seres humanos. De amores y pasiones…
Sí quería involucrarme con la gente.
Yo dije, me quedo aquí hasta que sea necesario y, conforme empiezas a
involucrarte con ellos, entiendes cómo viven, como sobreviven en tierra. Una de
mis conclusiones personales es que la más dura lucha por la sobrevivencia de
ellos, es en tierra, no en el mar. Está más difícil en tierra. De pronto
estamos muy acostumbrados a juzgar: culpable o inocente, a las respuestas
inmediatas, y entonces te cierras a los
matices y al contexto y cuando de repente ves
que esta gente casi no tiene opciones, que lo único que sabe es pescar y
les ponen todas las trabas del mundo pues los orilla a seguir en la pobreza o
irse a Estados Unidos de ilegales. Muchos tienen ya a sus hijos fuera del país
porque quieren mejores oportunidades para ellos, porque les da miedo la
Escalera Náutica la Marina. Aun cuando no tengo ningún elemento para decirte si
estaban o no en el narcotráfico, digo bueno y si sí, qué. Yo no iba a descalificar
historias. Hay que conocer un poquito
más adentro para tratar de entender cómo viven.
Es como si San Blas fuera
en sí, el náufrago…
Las historias que
escogí me parecieron significativas. Muy bien narradas, son narradores natos.
Tienen muy bonita sintaxis. Pude haber puesto muchas historias más y en efecto,
casi todos han naufragado y cómo lo asumen es increíble, dicen “ya me voy, no
sé si regrese”, como si fuera parte de la vida. Tienen la conciencia de que la
muerte es parte de la vida, cosa que nuestra mentalidad ha borrado. Hay una
cantidad impresionante de viudas y
huérfanos por la gente que se ha muerto buceando, pescando o simplemente
desaparecido. Es impresionante.
El fenómeno social. El problema de los camaroneros, de
los manglares, de los tiburoneros, les han quitado su estilo de vida. Aun cuando tu libro no tiene fines políticos si
planteas la necesidad urgente de mirar hacia allá…
En cuanto a los esteros y las
lagunas privatizadas, lo más triste es que no sólo les quitaron el sustento de
vida sino que miles de hectáreas se
quedaron contaminadas e initulizables por el exceso de fertilizantes y
los dejaron estériles. Los pobladores de San Blas son los verdaderos
conocedores y no les preguntaron.
Ir hacia la creencia. Desmitificas y das voz al dolor
profundo que les ha quedado en el alma y el cuerpo…
San Blas es una
historia interminable. No tienen doctores, el internista, es dentista; el
mesero, cantante y los náufragos un misterio tan insondable como el mar. Cada
uno de ellos ha quedado ensimismado en la experiencia, marcado por ella y las
repercusiones se van a ver en el largo plazo sobre todo en su salud física y
mental. Quisiera que después de este libro, ellos estuvieran bien y que hacia
San Blas, se volteara la mirada, pero sobre todo eso, quisiera que ellos,
Lucio, Chavita y Jesús, estuvieran bien.
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