miércoles, 31 de julio de 2019

Metáfora de un naufragio. Una charla con Adriana Malvido

Conversar con Adriana Malvido es continuar el viaje en balsa por el estero entre la literatura y el periodismo, que ella misma ha propuesto en su más reciente libro Los Náufragos de San Blas (Grijalbo 2006). Su sonrisa inunda la atmósfera y su mirada, dispuesta al asombro, invita a navegar por las diversas corrientes de sus aguas a sabiendas de que los misterios del mar, son insondables, profundos. Como la experiencia misma.

La historia es por demás conocida: el 9 de agosto de 2006, Lucio Rendón, Jesús Vidaña y Salvador Ordóñez, tres tiburoneros de San Blas, tras nueve meses y nueve  días de naufragio, fueron rescatados por un barco atunero taiwanés cerca de las Islas Marshall en los mares de Australia, a  ocho mil kilómetros de su punto de partida. Éste sería no sólo un acontecimiento sin precedentes, sino apenas el principio de lo que hoy, es para algunos, leyenda; para otros, milagro y, para los más, una oportunidad redituable. Sin embargo, el gran acierto literario de Adriana es que su libro no contiene revelaciones periodísticas ni atisba el fuego de las sospechas sino que narra a lo largo de 277 páginas los vínculos con una comunidad en la que “lo raro, sería no ser náufrago” y donde, al día de hoy, hay cerca de 20 pescadores desaparecidos.

“Me enteré de la noticia por El Weso. El Palomazo Informativo, cantaba algo así como “pobres náufragos, ellos no querían regresar” y yo no entendía de qué estaban hablando. Hasta que al escuchar los noticieros, empecé a entender. Me impactó. De entrada, me pareció una noticia extraordinaria. En lo personal, no tuve dudas; siempre me han llamado la atención este tipo de aventuras y he tenido una gran admiración por este tipo de personas, por su amor a la naturaleza. Tienen otras prioridades. Nunca pensé cubrirlo. Fue muy rápido, un reflejo periodístico en torno al hecho de ir hacia estas historias que nos sacan del remolino que vivimos en México, donde vas y  vienes queriendo entender pero girando sobre nuestro propio eje. Así, en medio del conflicto postelectoral, me topé con esta gran historia: resulta que son mexicanos, humildes pescadores, tenía en efecto, el toque de la fascinación”.

Del Gran  Reportaje a la Metáfora del Naufragio hay una tenue línea en la que Adriana navega. Llega a San Blas el 25 de agosto de 2006 y se aventura. No llega inquiriendo sino con la mirada abierta al asombro, algo que de pronto pareciera que ha perdido el periodismo…

Una cosa es  la duda y otra el prejuicio. La duda te permite por lo menos impulsar  las preguntas, crearlas de manera abierta y el prejuicio te detiene. Te lleva a hacer preguntas para confirmar lo que tú crees. Sí vi y oí muchas preguntas policiacas hacia los náufragos, que  sabía que no iban a contestar. Si les preguntan: ¿Estabas en el narco?, pues no van a decir que sí.

Aprehender la experiencia, sentir el alma humana, perder el miedo…

Hay  que abrirse a escuchar. Las poquitas personas que sabía que iba me decían que no era cierto y lo que yo decía es que, si era cierto, era la hazaña humana más impresionante en muchos siglos y sí no, indagar cómo tres personajes de la costa mexicana, acaparan la atención del mundo, como fenómeno era muy interesante. Ir con apertura, con capacidad de asombro es fundamental, porque si bien es cierto que en San Blas, yo iba con mi objetivo de entrevistarlos y perseguirlos, había algo que superaba al periodismo o iba paralelo y que era mi asombro ante la  comunidad de tiburoneros por un lado y un pueblo como el de San Blas. Nunca me había topado con un pueblo así. No sé si era mi mirada o realmente que en cada esquina había una sorpresa: los nombres, la cultura popular emergiendo, convirtiendo en leyenda el evento, la emoción de la gente, la necesidad de héroes, incluso la gente que  tiene dudas, quieren creerles.

Ese “lo otro” que te lleva a quedarte por y para la historia…

Si no hubiera sido por “eso otro”, mi trabajo hubiera terminado cuando ellos deciden no dar entrevistas. A lo mejor me regreso. En la editorial me habían dicho: “si ves que a los 10 días no hay nada, te regresas y no hay problema”. A los diez y días, yo dije, no tengo la entrevista, pero no me regreso y sí hay libro. Así, desde la mirada de ellos, había otra forma de contar esta historia.

 El lado humano del periodista. Este acercamiento. La capacidad de engranar en San Blas. Tú logras ir hacia la gente y hacia el sí mismo del lector. Una mirada hacia el ser humano por la que nadie optó: la historia de tres  seres humanos. De amores y pasiones…

Sí quería involucrarme con la gente. Yo dije, me quedo aquí hasta que sea necesario y, conforme empiezas a involucrarte con ellos, entiendes cómo viven, como sobreviven en tierra. Una de mis conclusiones personales es que la más dura lucha por la sobrevivencia de ellos, es en tierra, no en el mar. Está más difícil en tierra. De pronto estamos muy acostumbrados a juzgar: culpable o inocente, a las respuestas inmediatas, y entonces  te cierras a los matices y al contexto y cuando de repente ves  que esta gente casi no tiene opciones, que lo único que sabe es pescar y les ponen todas las trabas del mundo pues los orilla a seguir en la pobreza o irse a Estados Unidos de ilegales. Muchos tienen ya a sus hijos fuera del país porque quieren mejores oportunidades para ellos, porque les da miedo la Escalera Náutica la Marina. Aun cuando no tengo ningún elemento para decirte si estaban o no en el narcotráfico, digo bueno y si sí, qué. Yo no iba a descalificar historias. Hay que conocer  un poquito más adentro para tratar de entender cómo viven.

Es como si San Blas fuera  en sí, el náufrago…
           
Las historias que escogí me parecieron significativas. Muy bien narradas, son narradores natos. Tienen muy bonita sintaxis. Pude haber puesto muchas historias más y en efecto, casi todos han naufragado y cómo lo asumen es increíble, dicen “ya me voy, no sé si regrese”, como si fuera parte de la vida. Tienen la conciencia de que la muerte es parte de la vida, cosa que nuestra mentalidad ha borrado. Hay una cantidad  impresionante de viudas y huérfanos por la gente que se ha muerto buceando, pescando o simplemente desaparecido. Es impresionante.

El fenómeno social. El problema de los camaroneros, de los manglares, de los tiburoneros, les han quitado su estilo de vida. Aun  cuando tu libro no tiene fines políticos si planteas la necesidad urgente de mirar hacia allá…

En cuanto a los esteros y las lagunas privatizadas, lo más triste es que no sólo les quitaron el sustento de vida sino que miles de hectáreas se  quedaron contaminadas e initulizables por el exceso de fertilizantes y los dejaron estériles. Los pobladores de San Blas son los verdaderos conocedores y no les preguntaron.

Ir hacia la creencia. Desmitificas y das voz al dolor profundo que les ha quedado en el alma y el cuerpo…

San Blas es una historia interminable. No tienen doctores, el internista, es dentista; el mesero, cantante y los náufragos un misterio tan insondable como el mar. Cada uno de ellos ha quedado ensimismado en la experiencia, marcado por ella y las repercusiones se van a ver en el largo plazo sobre todo en su salud física y mental. Quisiera que después de este libro, ellos estuvieran bien y que hacia San Blas, se volteara la mirada, pero sobre todo eso, quisiera que ellos, Lucio, Chavita y Jesús, estuvieran bien.
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