martes, 30 de julio de 2019

La codicia de esa sed


La literatura erótica, unas veces denostada otras satirizada, es parte del cotidiano universal. A pesar de los perogrullos detractores de este género y de su afán en clasificarlo como pornográfico, el erotismo es tan intrínseco a la humanidad que está presente en cada acto de nuestra vida, hasta en el más simple, porque surge en la contradicción. Puede hallarse en el placer, en el dolor, en la pareja o en la intimidad frente al espejo o, sencillamente, en la observación del otro, de ese otro que sí es capaz de vivir con pasión. Apariciones (Alfaguara 1996) sufrió el embate de la mojigatería: quedó ahí, fría, sin que la cadencia de su sinfonía fuera escuchada y sus movimientos lograran excitarnos. Conscientes de la importancia de este género y lo poco explotado que está en nuestro país, Apariciones re-surge  en la colección  de literatura erótica Primero Sueño, coeditada por Alfaguara y la Universidad del Claustro de Sor Juana con la que finalidad de explotar  este género tan poco tomado en cuenta por las editoriales nacionales.

Margo Glantz (México, 1930) incursiona en Apariciones (Alfaguara 2002) el erotismo de dos mujeres que al final se complementan  mostrando los diferentes caminos del erotismo partiendo, precisamente, de la cotidianidad. ¿Cómo? A lo largo de 126 páginas, las féminas que habitan dentro de la novela —una religiosa y una mujer dedicada a satisfacer a su hombre—,  se entrelazan con la autora para crear, con breves relatos, inmensidad de imágenes que invitan al lector a descubrir el deseo femenino y a filosofar sobre su inconsciente pero asumida  obscenidad. En el juego social del erotismo, la religiosa, siempre preocupada por el conocimiento, por la razón y la justificación de “lo prohibido” arma y desarma argumentos para no sentir, desear o gozar. Tratando de encontrar aquella definición de misticismo que no encuentra, se topa con la comunión de opuestos, igual Juana de Azbaje que Teresa, la santa, que busca la muerte por temor pero, al mismo tiempo, por el deseo de posesión; en el otro extremo, la mujer como género, haciendo hincapié en aquella que sacrifica su propio placer para entregarse a su hombre, que fue educada para ello y quien, según la edad va encontrando en el placer un estilo de vida, una nueva forma de ver el mundo. Ambas son mujeres pero tienen distintas maneras de placer. Ambas sufren pero, al compenetrarse, coinciden en que el gozo está en el cuerpo y el placer en el espíritu: “porque somos carnales, es preciso que nuestro deseo y nuestro amor comiencen en la carne”.

GLANTZ, Margo. Apariciones. Alfaguara. México. 2002. 126pp.
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