La literatura erótica, unas veces denostada
otras satirizada, es parte del cotidiano universal. A pesar de los perogrullos
detractores de este género y de su afán en clasificarlo como pornográfico, el
erotismo es tan intrínseco a la humanidad que está presente en cada acto de
nuestra vida, hasta en el más simple, porque surge en la contradicción. Puede
hallarse en el placer, en el dolor, en la pareja o en la intimidad frente al
espejo o, sencillamente, en la observación del otro, de ese otro que sí es
capaz de vivir con pasión. Apariciones (Alfaguara 1996) sufrió el embate
de la mojigatería: quedó ahí, fría, sin que la cadencia de su sinfonía fuera
escuchada y sus movimientos lograran excitarnos. Conscientes de la importancia
de este género y lo poco explotado que está en nuestro país, Apariciones
re-surge en la colección de literatura erótica Primero Sueño,
coeditada por Alfaguara y la Universidad del Claustro de Sor Juana con la que
finalidad de explotar este género tan
poco tomado en cuenta por las editoriales nacionales.
Margo
Glantz (México, 1930) incursiona en Apariciones (Alfaguara 2002) el
erotismo de dos mujeres que al final se complementan mostrando los diferentes caminos del erotismo
partiendo, precisamente, de la cotidianidad. ¿Cómo? A lo largo de 126 páginas,
las féminas que habitan dentro de la novela —una religiosa y una mujer dedicada
a satisfacer a su hombre—, se entrelazan
con la autora para crear, con breves relatos, inmensidad de imágenes que
invitan al lector a descubrir el deseo femenino y a filosofar sobre su
inconsciente pero asumida obscenidad. En
el juego social del erotismo, la religiosa, siempre preocupada por el
conocimiento, por la razón y la justificación de “lo prohibido” arma y desarma
argumentos para no sentir, desear o gozar. Tratando de encontrar aquella
definición de misticismo que no encuentra, se topa con la comunión de opuestos,
igual Juana de Azbaje que Teresa, la santa, que busca la muerte por temor pero,
al mismo tiempo, por el deseo de posesión; en el otro extremo, la mujer como
género, haciendo hincapié en aquella que sacrifica su propio placer para
entregarse a su hombre, que fue educada para ello y quien, según la edad va
encontrando en el placer un estilo de vida, una nueva forma de ver el mundo.
Ambas son mujeres pero tienen distintas maneras de placer. Ambas sufren pero,
al compenetrarse, coinciden en que el gozo está en el cuerpo y el placer en el
espíritu: “porque somos carnales, es preciso que nuestro deseo y nuestro amor
comiencen en la carne”.
GLANTZ, Margo. Apariciones. Alfaguara. México. 2002. 126pp.
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