martes, 30 de julio de 2019

 Tlapalería (Ediciones Era, 2003) el más reciente libro de cuentos de Elena Poniatowska (París 1932) en el que confluyen la observación, la perspicacia y el dolor, para mostrarnos seres de carne y hueso enfrentándose, en principio de cuentas, así mismos.

A diario, los seres humanos enfrentamos el reto de vivir un día más y de convivir, directa o indirectamente, con personas que tal vez sólo aparecen en nuestro camino un par de horas; otras, deambulan a nuestro alrededor y su presencia, aunque lejana, habita en el recuerdo. Sin embargo, el temor, la desesperanza, la prisa de la ciudad, esa tan común en las grandes urbes como México, parecieran estar tatuadas en cada uno de sus habitantes. Las sensaciones que esto provoca son tan indefinibles como los ambientes y atmósferas en los que se desarrollan o los nombres que se les imponen. Tal es el caso de

Originalmente, me comentó Elena, Tlapalería estaba concebido como un libro de 16 cuentos, pero consciente de lo costoso que los libros resultan para la gente y con la intención de que esté estuviera a un precio más accesible, se decidió dividirlo en dos volúmenes por lo que este ejemplar consta de solo ocho. ¿Por qué Tlapalería? La respuesta es sencilla: es el título del primer relato pero, al mismo tiempo, el espacio que atraviesa los siete relatos siguientes. Aún así, no define ni describe. La tlapalería está. Aún así, ¿cuál es la diferencia entre una tlapalería y una ferretería?, ¿y entre una tlapalería y una jarcería? Hay tantas respuestas como ingenio del mexicano y la también la autora de Nada, nadie no distingue estas diferencias. Ella tiene la ilusión de algún día, montar una de estas tlapalerías en la cual su principal socia será María Luisa Puga y, aunque doña Elenita será la encargada de acomodar los botones por tamaños y colores, así como de vender moñitos y listones, ambas, atrás del mostrador, ofrecerán al cliente “todas esas cositas aparentemente inservibles”. Ahí, entre la variedad de los inservible, de lo probable y de lo posible es de donde surge cada texto, cada personaje de Tlapalería.

La vasta experiencia de Elena la lleva a plasmar a lo largo de ocho historias un punto de vista de la realidad donde el auto escarnio de los personajes de manera lúdica y casi corrosiva camina hacia la reflexión y percepción del entorno. El lector no es otro, es un cliente más, un transeúnte. Un habitante de la Ciudad de México que ve, frente a sí, entre renglón y renglón, pero las vicisitudes de ¿él mismo? ¿de su ciudad? ¿de la cuadra de su colonia?

El dueño de la tlapalería inventada de Elena Poniatowska es don Seki y, tras su muerte, los clientes, la familia, los vecinos, se dan cita justo ahí para chismear, pelear, comprar y, de paso, quejarse de las incumplidas promesas de campaña y las necesidades de la colonia. Así, entre la clientela me pareció ver las sombras de “Las Pachecas” -título de otro de sus relatos-, Soraya y Luisa, quienes en distintos momentos, y sin saber que se conocerían páginas más adelante, compraron algo de tíner y estopa, por supuesto antes de ir a parar a la granja del padrino Celso y la madrina Concha, aparentemente, los únicos capaces de sacarlas del hoyo en el que un día cayeron.

La sencillez de la narración, la precisión de atmósferas y la observación puntual de la también autora de Lilus Kikus, nos hace recordar justamente este texto a leer “La banca” pues la voz narrativa de Fernanda, presa de la angustia, pero atrapado en el cuerpo de una niña, es sorprendida por la realidad. En este cuento, uno de las más entrañables del libro, se conjugan la primera y la tercera persona al mismo tiempo que se entrelazan pasado y presente para que el cuchillo de la vejez desgaje el dolor de los recuerdos.

Es necesario hacer una pausa. Los cuentos han comenzado a remover la propia conciencia, sin embargo, la fluidez de la narrativa impide detenerse y comienza entonces el viaje hacia “El corazón de la alcachofa” esa deliciosa planta comestible que se deshoja poco a poco, de gran sabor y poco accesible en México, pues es muy cara. Muchas personas ni siquiera la conocen; mas para llegar al corazón de ésta, hay que deshojar igualmente la vida de sus personajes a quienes persigue la idea de que quizá “nos hemos rodeado de hojas más altas que nosotras, como la alcachofa, quizá va a (asestarnos) la horrible certeza de haber equivocado la vida”.

¿Y qué tal dar un paseo por Bolonia? Al leer “Los bufalitos” puede recorrerse, sin pagar 3000 liras, el Palazzo Re Enzo y hacer una pausa para revivir la pasión incontrolable por el cuerpo del otro, lo cual no se extraerá un suspiro y nos darán nuevos bríos para salir en búsqueda de “Chocolate”, esa mascota que todos tuvimos y en la que depositamos una serie de sentimientos, de conversaciones, y que la convertimos, muchas veces, en refugio de nuestros propios sufrimientos, aún sin saber que, a pesar de su condición de perro, tenía voz y opinión. Ya en éstas, ¿ quién será “Coatlicue”? De hecho, tal vez usted la conozca -es una barrendera- y sin proponérselo le haya recriminado algo o ignorado un par de veces, pues, de algún modo, usted y yo preferimos “vivir al día, de frente a la realidad.”

Sin embargo, estas historias, aunque suceden a diario, no podrán reconocerse, no podremos reconocerlas, sino a través del mostrador que ofrece Tlapalería, este libro de cuentos en el que el canto final está cargo de dos hermosos canarios amarillos, quienes, con su trino, podrán desvelarnos algunos misterios de la vida para enseñarnos que, a lo largo de ésta, la mayoría de las veces vivimos enjaulados por nuestros temores aun cuando podamos fingir que somos libres. Esta Tlapalería, tiene los anaqueles repletos no sólo de chucherías sino de personajes, vidas, emociones. Es el microespacio en el que habitan minúsculas estampillas citadinas y, aunque por ahora, ha cerrado sus puertas, las manos de Elena Poniatowska, esas que acomodan una y otra vez las palabras, son como en las manos de don Seki, que no le temen a la eternidad.

Poniatowska, Elena. Tlapalería. Ediciones Era, México, 2003
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