Hace unos meses se llevó a cabo, en Toronto, Canadá, la XVI Conferencia
Internacional sobre Sida bajo la consigna: Es
tiempo de cumplir. Fue aquí donde, entre otros temas se trató e hizo
hincapié en el tema mujer y VIH dado que esta epidemia se está feminizando. Hoy
día, en México, más de 30 mil mujeres lo padecen y algunos sectores de la
población creen que estamos exentas de adquirir la enfermedad, que a nosotras
no nos va a pasar, porque mantenemos “relaciones seguras” y no formamos parte
de ningún “grupo de riesgo”.
Asimismo, palabras como “relaciones seguras”, “pareja única”,
“confianza”, “fidelidad”, “decencia” y en el peor de los casos, heredada de
Estados Unidos, esta cultura de la “abstinencia” producto de una educación
conservadora y proteccionista ha hecho que las mujeres creamos que, en efecto,
a nosotros no nos va a pasar. ¿Y cuando te pasa, cómo lo vives? ¿Qué haces con
tus planes? ¿Con tus sueños? ¿Con tus temores? ¿A quién culpas?
Lydia Cacho
(México, D.F., 1963), reconocida periodista y activista feminista, actual
directora del CLAM en Cancún Quintana Roo (Ciudad en la que radica desde 1985),
se hizo estas y otras muchas preguntas al respecto y escribió, en 2001 Las provincias del alma (DEMAC, 2003), la
cual se reedita nuevamente, bajo el
título de Muérdele el Corazón (Plaza y
Janés, 2006) poniendo el dedo en la llaga una vez más desde su trinchera
más encomiable: la palabra escrita, haciendo converger magistralmente, la
crónica periodística, el testimonio, la literatura y, desde luego, el
compromiso social.
Muérdele el Corazón narra en primera persona y linealmente con un tono
intimista y personal, el duro proceso
hacia la muerte de Soledad, una mujer de 34 años, casada con Carlos (un
hotelero importante en Cancún) y madre de dos hijos (Carlitos y Mireya) tras
ser diagnosticada como seropositiva. Estructurada a manera de diario, la
fluidez del lenguaje, su sencillez, facilita la lectura y genera interés en el
lector. Sin mayores pretensiones, la autora narra una historia, la de Soledad y
la lleva congruentemente de principio a fina través de capítulos-días y, aun
cuando es fiel a la estructura literaria, no marca fechas ni utiliza el género
epistolar, sino que le da un tono más de crónica periodística lo cual
hace que la anécdota tenga un ritmo veloz y concreto.
La historia de
Soledad, es apenas una de los 30 millones de historias que nadie se atreve a
contar. Ella comienza a escribir tres días después de ser diagnosticada y, en
primera instancia con la intención de explicarse a sí misma lo que ocurre, lo
que siente; un acto de catarsis. Así, conforme las páginas avanzan, conoceremos
a los personajes que serán clave en el desarrollo de esta historia y que la
acompañarán hasta sus últimos días: Patricia, una mujer íntegra, franca,
honesta y solidaria: su mejor amiga en Cancún; Carlos (su marido), personaje no
sólo eje sino pivote de sentires y dudas, siendo él, no sólo portador del
virus, sino el responsable de haberla contagiado; Paula, su suegra, luchadora
incansable y su gran compañía, sobre todo en la fase más crítica de la
enfermedad; y sus hijos, Carlitos y Mireya quienes tienen mayor presencia
literaria, a partir del sentir de Soledad.
La primera batalla
que Soledad tendrá que vencer es la de enfrentar a su marido, quien, tras la
confesión, hace lo propio y explica su culpabilidad: ha sido infiel y, su
aventura, bisexual. Soledad se desmorona y empieza no sólo a verter en el papel
el coraje y el dolor por la infidelidad, sino a cuestionarse exactamente su rol
como mujer y esposa; su postura ante la vida, su compromiso social y sus
derechos. A pesar de los intentos de sus seres queridos por animarla, ella
decide dejarse morir, no sin antes cuestionarse la función de las instituciones
de Salud, el derecho a cuidados en los hospitales, los derechos humanos, la
función de la religión en un país como el nuestro donde estos grandes temas son
tratados con enorme superficialidad.
La claridad que a
Soledad le hace falta, llegará en voz de Paula, su suegra, quien la acompañará,
la cuidará y buscará darle luz en ese túnel oscuro que es el inminente final.
Será ella, también, la encargada de entregarle la otra cara de la moneda, el
dolor de Carlos y quien, a pesar de ser su hijo, no es justificado pero tampoco
juzgado por su madre.
Lydia Cacho, fiel a su compromiso social, a
la lucha feminista y femenina, ha creado un vínculo entre la literatura, la
historia ficcionada y la problemática social, entregándole al lector una
valiosa herramienta de reflexión y es que a veces, “la crueldad, es un grito de
amor, pidiendo amor”.
CACHO, Lydia. MUÉRDELE EL CORAZÓN.
Editorial Plaza y Janés. México. Septiembre, 2006.
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