martes, 30 de julio de 2019

Amor en tiempos de SIDA



Hace unos meses se llevó a cabo, en Toronto, Canadá, la XVI Conferencia Internacional sobre Sida bajo la consigna: Es tiempo de cumplir. Fue aquí donde, entre otros temas se trató e hizo hincapié en el tema mujer y VIH dado que esta epidemia se está feminizando. Hoy día, en México, más de 30 mil mujeres lo padecen y algunos sectores de la población creen que estamos exentas de adquirir la enfermedad, que a nosotras no nos va a pasar, porque mantenemos “relaciones seguras” y no formamos parte de ningún “grupo de riesgo”.

Asimismo, palabras como “relaciones seguras”, “pareja única”, “confianza”, “fidelidad”, “decencia” y en el peor de los casos, heredada de Estados Unidos, esta cultura de la “abstinencia” producto de una educación conservadora y proteccionista ha hecho que las mujeres creamos que, en efecto, a nosotros no nos va a pasar. ¿Y cuando te pasa, cómo lo vives? ¿Qué haces con tus planes? ¿Con tus sueños? ¿Con tus temores? ¿A quién culpas?

Lydia Cacho (México, D.F., 1963), reconocida periodista y activista feminista, actual directora del CLAM en Cancún Quintana Roo (Ciudad en la que radica desde 1985), se hizo estas y otras muchas preguntas al respecto y escribió, en 2001 Las provincias del alma (DEMAC, 2003), la cual se reedita nuevamente, bajo el título de Muérdele el Corazón (Plaza y Janés, 2006) poniendo el dedo en la llaga una vez más desde su trinchera más encomiable: la palabra escrita, haciendo converger magistralmente, la crónica periodística, el testimonio, la literatura y, desde luego, el compromiso social.

Muérdele el Corazón narra en primera persona y linealmente con un tono intimista y personal, el  duro proceso hacia la muerte de Soledad, una mujer de 34 años, casada con Carlos (un hotelero importante en Cancún) y madre de dos hijos (Carlitos y Mireya) tras ser diagnosticada como seropositiva. Estructurada a manera de diario, la fluidez del lenguaje, su sencillez, facilita la lectura y genera interés en el lector. Sin mayores pretensiones, la autora narra una historia, la de Soledad y la lleva congruentemente de principio a fina través de capítulos-días y, aun cuando es fiel a la estructura literaria, no marca fechas ni utiliza el género epistolar, sino que le da un tono más de crónica periodística  lo cual  hace que la anécdota tenga un ritmo veloz y concreto.

La historia de Soledad, es apenas una de los 30 millones de historias que nadie se atreve a contar. Ella comienza a escribir tres días después de ser diagnosticada y, en primera instancia con la intención de explicarse a sí misma lo que ocurre, lo que siente; un acto de catarsis. Así, conforme las páginas avanzan, conoceremos a los personajes que serán clave en el desarrollo de esta historia y que la acompañarán hasta sus últimos días: Patricia, una mujer íntegra, franca, honesta y solidaria: su mejor amiga en Cancún; Carlos (su marido), personaje no sólo eje sino pivote de sentires y dudas, siendo él, no sólo portador del virus, sino el responsable de haberla contagiado; Paula, su suegra, luchadora incansable y su gran compañía, sobre todo en la fase más crítica de la enfermedad; y sus hijos, Carlitos y Mireya quienes tienen mayor presencia literaria, a partir del sentir de Soledad.

La primera batalla que Soledad tendrá que vencer es la de enfrentar a su marido, quien, tras la confesión, hace lo propio y explica su culpabilidad: ha sido infiel y, su aventura, bisexual. Soledad se desmorona y empieza no sólo a verter en el papel el coraje y el dolor por la infidelidad, sino a cuestionarse exactamente su rol como mujer y esposa; su postura ante la vida, su compromiso social y sus derechos. A pesar de los intentos de sus seres queridos por animarla, ella decide dejarse morir, no sin antes cuestionarse la función de las instituciones de Salud, el derecho a cuidados en los hospitales, los derechos humanos, la función de la religión en un país como el nuestro donde estos grandes temas son tratados con enorme superficialidad.


La claridad que a Soledad le hace falta, llegará en voz de Paula, su suegra, quien la acompañará, la cuidará y buscará darle luz en ese túnel oscuro que es el inminente final. Será ella, también, la encargada de entregarle la otra cara de la moneda, el dolor de Carlos y quien, a pesar de ser su hijo, no es justificado pero tampoco juzgado por su madre.

Lydia Cacho, fiel a su compromiso social, a la lucha feminista y femenina, ha creado un vínculo entre la literatura, la historia ficcionada y la problemática social, entregándole al lector una valiosa herramienta de reflexión y es que a veces, “la crueldad, es un grito de amor, pidiendo amor”.

CACHO, Lydia. MUÉRDELE EL CORAZÓN. Editorial Plaza y Janés. México. Septiembre, 2006.

Share:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Poeta que no entiende futbol


Húmedas distancias