miércoles, 31 de julio de 2019

Del mito de la Creación a la re-creación del Mito en el placer


(Este texto fue originalmente publicado en el número 
de Agosto de 2008, en la revista NEXOS)

El aroma frutal del Paraíso se entremezcla con aquél sólo generado a dúo, por los amantes amándose. Lo que hubo sido perfecto no lo es más y habrá de construirse un nuevo espacio habitable. Nombrar lo descubierto. Alertar los sentidos, los pensamientos, para atreverse a navegar entre la razón, el libre albedrío, las hasta ahora certezas. Resignificar la playa que es cuerpo para en sus arenas, encontrarnos en lo individual y dar paso a lo ignoto y vulnerable, mas sensible al tacto y al contacto, transformándolo. La realidad se trasvierte. Sea mito: La Creación, o axioma: la creación.

A partir del descubrimiento accidental del volumen “Grandes libros secretos” en la biblioteca de un familiar, así como una investigación que durara varios años en torno a historias y manuscritos bíblicos perdidos, Gioconda Belli (Managua, 1948) ha reconstruido el mito de Adán y Eva en una mística parábola que bien podría ser evangelio sinóptico, en su más reciente novela, galardonada con el Premio Biblioteca Breve 2008, “El infinito en la Palma de la mano” (Planeta, 2008) y de la cual, ella misma comenta en la nota introductoria: “Ésta es pues una ficción basada en muchas ficciones, interpretaciones y reinterpretaciones que alrededor de nuestro origen ha tejido la humanidad…es, en su asombro y desconcierto, la historia de cada uno de nosotros.”

Es ésta apenas una nota pudorosa. Metáfora y mito van de la mano en la resignificación de una historia que nos parece no sólo cercana sino conocida y para algunos, incuestionable. Cada uno de nosotros, desde algún lugar, hemos configurado y anecdotizado a nuestros Adanes, nuestras Evas; ni qué decir de nuestros Caínes y Abeles y, a partir de esa ficción, también nos hemos relacionado o no, con ellos. Paradójicamente, y habrían de analizarse las razones, dejamos a un lado a aquellas otras dos mujeres, Luluwa y Aklia, la otra dupla gemelar, que bien podría ser, en la combinatoria y con base en la tesis de “mezcla de sangres”, los orígenes (y quizá es una propuesta igual de literaria que la planteada por Belli) de la prohibición del incesto.

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La también autora de La mujer habitada se ha planteado así, como tesis de búsqueda, los posibles escenarios en los cuales el Paraíso es aquella primera carencia, la ausencia eterna, la falta y el lugar al que se desea volver pues está dotado de eternidad en el sentido más filosófico del término. Ahora, Eva y Adán, están en apenas un Jardín, el cual no sólo les es desconocido, sino al cual hay que nombrar, reconocer y habitar. Es un espacio que, en su inmensidad, les resulta tan devorador como la culpa misma y el miedo constante al castigo por parte de Elokim: ese ser supremo que “juega” y “dota” o no de facultades, a partir de su constante “aburrimiento”, aun cuando no por ello actúa al azar. A diferencia de las criaturas del Universo, hasta ahora creadas, plantea Belli, ellos tienen (Adán y Eva) la libertad de decidir lo que quieren y agrega en voz de la Serpiente: “la Historia comenzará cuando usen esa libertad, pero ya ves, tiene miedo de que la usen (refiriéndose a Elokim), teme que su creación termine pareciéndosele demasiado”.

¿Cómo habrá sido aquella primera noche fuera del Paraíso? ¿Cómo fue ese primer descubrimiento de singularidad, ése saberse diferente pero complementario, no sólo como personas sino como parte de un Todo? ¿Cómo imaginarnos ese primer encuentro erótico, ese descubrimiento de cuerpos, olores y sudores? ¿Cómo ir generando ese proceso de aprendizaje, cómo configurar el pensar? ¿Cómo discernir desde la dicotomía varón –mujer; bien -mal; eternidad –finitud; poder-sumisión? Ésta es la playa de “El infinito en la palma de la mano”, que se crea y recrea en la singularidad y se transforma, diversifica y enriquece en la elección.

Revelación literaria e invención poética irán de la mano, capítulo a capítulo y el libre albedrío irá llevándonos de la mano por otro resquicio aún más interesante: el misterio del alma humana. La posibilidad de adentrarnos en ese primer Jardín del que surgimos como especie  y que se vincula más allá de la literatura, con las emociones, los temores y vulnerabilidad que nos evitan o provocan.

El tejido literario de Belli va mucho más allá: sus referencias tanto filosóficas, psicológicas y desde luego literario-experienciales, son pautas al límite de la prosa poética y el placer de ser y existir. La intención literaria cobra fuerza ante el primigenio encuentro con el cuerpo, el erotismo, el deseo sin culpa. Llámese destino, intención o intuición, Eva es vehículo de diferencia pero complemento en un  contexto determinado por la posibilidad de una Creación Distinta, en lo más extenso del término.

El deseo de saber, un destino común, el misterio del final y el “eterno anhelo” de la posibilidad de volver a ese espacio idílico, son los motores de los personajes planteados.  Al mismo tiempo, éstos se van engranando con el lector a partir de la valoración del otro que nos hace diferentes, con el anhelo de que “desapareciera esa piel que nos separa” de estar,  no en contra del otro ni al lado ni atrás sino en el otro. Dentro de él. Ser una misma piel y un mismo cuerpo, con el cual soy y con el cual me integro, circunstancia sensorial que,  nos ha mantenido, como seres humanos por generaciones en una especie indescifrable mas sentida, de escisión originaria. Una vez más presente esa fantasía de completud pero que sin duda, en el contexto que Belli plantea, apunta también hacia la integración de sociedades diversas,  al situar y no sin previsión alguna, al Paraíso ahí, entre el Tigris y el Éufrates, dedicándole el libro a las víctimas anónimas de la guerra de  Irak.

En ese mismo tenor de ideas es que se configura la re-interpretación no sólo del mito  sino su evocación terrena contemporánea. En el Jardín existe la crueldad, la lucha por el Poder, la posibilidad de dar o quitar la vida al mismo tiempo que se experimenta a diario el desconcierto del vivir “sin” para entrelazar mecanismos que permitan “con”: “La eternidad no necesita del conocimiento. Para la vida y la supervivencia, sin embargo, el conocimiento es indispensable. Uno se pregunta y debe responderse. Sin incertidumbre, sin espanto, el conocimiento es irrelevante. ¿Qué es necesario saber si se es feliz, si no se carece de nada? La plenitud es inmóvil. Pero tú quizás sentirás nostalgia”.

Es ahí, en la palabra que acaricia, la reflexión que invita y el delirio que provoca donde la pluma de Belli se consagra, al evocar aquello que, quizá hubo sido así, quizá no, pero que ahora está nutrido de singularidad, de sensualidad que condensa también,  la obra de la autora nicaragüense que fiel a su propio verbo, escribió alguna vez: “Y Dios me hizo mujer…”.

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